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La increíble experiencia de una pilarense al otro lado del mundo

Vanesa Caldara, conocida actriz y directora teatral, dejó su rutina en pausa para mudarse a Nueva Zelanda. De los escenarios a los campos de kiwi. El impacto de la pandemia viviendo en la casa de un taiwanés. Historias de una chica que cambió de vida para vivir con más intensidad.

Sociedad - Pilarenses con Historias 31/01/2021
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Viajar, lo que se dice viajar, viaja cualquiera. O casi. En mayor o menor medida, todas las personas tomaron un micro, un auto o un avión para cambiar de destino por unos días. Unas vacaciones, visitar gente querida, realizar un trabajo. Un viaje forma parte casi del cotidiano de las personas, aunque sea un par de veces al año.

Pero dejar todo para cambiar de vida, y en la otra esquina del globo, eso sí es reservado para unos pocos. Se requiere altas dosis de determinación para meter todo lo que uno es en un cajón, dejarlo guardado un buen tiempo, y vivir la vida de otra persona que nunca se imaginó ser.

En ese grupo -podemos suponer bastante escueto- se inserta Vanesa Caldara. Su rostro es fácilmente reconocible en Pilar: lleva años sobre las tablas de los teatros locales, sus elencos desplegaron numerosas obras que ella dirige, y también ha formado decenas de jóvenes artistas. También, a su vez, algunas personas la habrán conocido en una más reciente faceta ejerciendo como psicóloga. Su apellido también es, gracias a su padre, una marca registrada en el mundo del deporte local.

Toda esa historia se esfumó en el instante mismo en el que puso el primer pie en Nueva Zelanda. Fue, obvio, adrede: de la mano de Lucas, su pareja, Vanesa (35) decidió vivir la experiencia de ser una persona distinta; o mejor dicho, la misma persona en un contexto completamente distinto que, en definitiva, te hace ser otra persona.

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"Allá no hay teatro", repite incesante, entre decepcionada y empecinada en hacer fuerza mental para cambiar esa realidad que la excede. Habrá pensado tantas veces en las tablas del teatro pilarense mientras aprendía las tareas de peón agrario en los cultivos de kiwi y manzanas. O cuando limpiaba una vivienda ajena. O cuando pelaba papas en un restaurante. Por todos esos trabajos pasó durante su estancia en Oceanía, a la que accedió con una visa especial conocida como "working holiday" (en inglés, vacaciones de trabajo).

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Por lo general, los viajantes que pueden quedarse un tiempo tienen al alcance sólo los empleos menos calificados. Caldara pasó por varios de ellos. Ninguno tan insólito como "cuidagatos" de un taiwanés que viajó a su país y precisaba dedicación para sus mascotas durante su ausencia. En eso estaba cuando impactó la pandemia de Covid-19 y confluyó la suma de todos los miedos: contagiarse al regreso del hombre asiático; quedarse varados indefinidamente; la incertidumbre del futuro que, si bien igualó a cada ciudadano del mundo, tuvo un impacto especial a quienes tomó fuera de casa y lejos de los afectos.

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Las cosas finalmente se ordenaron y la pareja pudo volver a la Argentina, Europa mediante. Lo vivido, lo malo y lo bueno de un país tan organizado al que cuesta hallarle defectos objetivos, quedará como notable experiencia de vida y sustento de un guión que tal vez podrá llegar a las tablas de Pilar. Porque Vanesa Caldara está de vuelta en su lugar. Distinta, claro. Más amplia. Protagonista de un capítulo en la historia de su vida que, como es de esperar, tuvo final feliz.

Conocé en el video todos los detalles de la sorprendente experiencia de Vanesa Caldara en nueva Zelanda:

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